miércoles, 17 de febrero de 2010

El tiempo se escurre por el agujero del lavabo

La gente suele decir que pierdo el tiempo.
Con la nariz atascada, abro la boca y tomo una bocanada con esfuerzo. Los labios se resecan y se resquebrajan. Una sensación extraña se mueve dentro de mí. Los ojos empiezan a crear lágrimas. El tiempo, el tiempo. Se me escapa. Es tan grande que no lo abarco con mis brazos. No sé manejarlo, no lo controlo, me sobrepasa. Y me paso horas con los ojos muy abiertos, la boca muy abierta, la mente muy cerrada. Sin pensar, en una postura incómoda. Y a veces también me duele todo pero no me levanto. Sigo sentado, perdiendo mi tiempo, oyendo cómo se resbala. ¡No puedo cerrar el grifo! Vaya problema, me voy a ahogar.

jueves, 4 de febrero de 2010

Mientras se atragantaba con la goma de borrar, pensaba en su ti. Debería darte vergüenza que alguien piense en ti justo en ese momento. Es como si fueses un castigo. Sí, verte en los últimos instantes antes de asfixiarse debe ser aterrador.
Bueno, sé que pensaba en ti antes de que me lo contara, por la cara que puso. Eres vomitivo, o incluso vomitiva.

Paco se pregunta por qué su vida es como es. Él la vive, él la siente, él es parte de sus momentos. No es uno más, es el protagonista. Paco muchas veces ha querido hacer otras cosas, ha querido probar cosas nuevas. Paco murió ayer. Paco era un gilipollas.

Es extraño. He escrito todo esto sin pensar absolutamente en nada. He dejado a mi subconsciente libre, libre. Quizá este sea el verdadero reflejo de nuestra mente calenturienta y monstruosamente humana, porque desde luego el que escribe estas últimas palabras no soy yo. Es mi cerebro. Sí, mi pt cerebro.
(Se nota que es él porque no ha dejado a mi mano escribir puto).

Paco es un nombre muy estúpido.