miércoles, 22 de septiembre de 2010

Aquella tristeza que te agarra y te introduce, que clava tacón y pisa. El dulce y terrible pensamiento último, aun cuando siempre acaba en paranoia. Las tantísimas palabras abortadas en mil labios inútiles.

Miras y cruces de ojos en vacíos de gente vacía. Gente nunca llena, gente de ojos cerrados. "No me atrevo", aires y no me atrevo. Esos pensamientos malolientes clavados en el lóbulo frontal. (Suplico) Dios, si existes, háblame. Háblame y no calles, o calla para siempre.

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