viernes, 10 de septiembre de 2010

S

Se sienta y lo mira. Ahí, sentado en su silla, con la pierna derecha sobre la pierna izquierda. Ahí, pedante, orgulloso y tomando notas sobre su cuaderno de hojas arrugadas. Resopla como un ignorante burro, y después suspira, casi cerrando los ojos y levantando una de las dos cejas. Tras esto uno piensa.

Cuando cree que ha pensado le pregunta.
-¿Qué hay?
Y pobre chico, mitad amedentrado mitad bravo, responde:
-Nada.


Complacido, el doctor pone la pierna derecha junto a la pierna izquierda y se levanta. De pie, incorporado. Con su metro sesenta de maldad y desgracia. Y vuelve a suspirar como una doncella aburrida.
-Estoy cansado de ti, chico. Vete a tu casa y reflexiona sobre lo que deberías haber respondido.
Y el niño se va, mitad dolido mitad indiferente. Abre la puerta rápido, cierra la puerta despacio. Mirando por la rendija, mientras se escapa de la habitación, ve al doctor sonriéndose.
Todos piensan que ese hombre cobra por no hacer nada. Él piensa lo contrario. (O cree pensar.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario