domingo, 27 de septiembre de 2009

Que parezca un accidente

La soga estaba en su posición. El nudo era corredizo. Mi cuello estaba enlazado. Solo quedaba el último paso, y el más difícil. Sin mirar abajo, di una patada al taburete que me sostenía. Oí cómo se caía, y sentí cómo de repente todo mi peso caía hacía el suelo. La cuerda escocía, me arañaba, las hebras deshilachadas se clavaban en la fina y blanca piel. Pensaba que ahora sería el momento en que vería mi vida en diapositivas, al menos un flashback de un momento emotivo, o un simple recuerdo. Pero no hubo nada. Solo desesperación, ahogo, asfixia. Intentaba respirar pero mis pulmones estaban vacíos. Sentí el calor en la cabeza, la sangre intentando bajar por mi cuello. Un hormigueo en los dedos.
En un instinto meramente animal de supervivencia, me llevé las manos al cuello e intenté despojarlo de la cuerda. Fue en vano. Cuanto más me retorcía más se ceñía la cuerda y más daño me hacía. Mis ojos se empezaban a nublar, la cabeza me iba a estallar. En un instante pensé en Dios, y me habría reído de haber podido. Bah.
Me pareció oír el chirrido de la puerta principal. Unos pasos despreocupados por el pasillo. Te vi abrir la puerta, y también vi tu cara. Horror. Me muero. Pánico. Mierda.

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